Gil Bor es un geómetra mexicano-israelí que nació en Rehovot, la ciudad donde se encuentra el Instituto Weizmann, presagiando quizás la intensa labor en la divulgación de la ciencia que más tarde haría.
Gil obtuvo sus títulos de física y matemáticas en 1983, en la Universidad Hebrea, en Jerusalem. Allí mismo hizo una maestría tutorado por Hillel Furstenberg. Se doctoró en Berkeley en 1991, bajo la dirección de Jerry Marsden.
Su tesis trató sobre soluciones no auto-duales de las ecuaciones de Yang-Mills, sobre la 4-esfera. Su método consistió en emplear grupos de Lie y teoría de representaciones, combinado con análisis y topología, para resolver este problema notable en geometría diferencial. Hizo un posdoctorado en la Universidad de Arizona para después unirse al cuerpo docente de Cimat, en 1994. Allí, en una serie de artículos con Luis Hernández, incluyendo “The canonical bundle of a Hermitian manifold”, hizo contribuciones importantes en el -todavía abierto- problema de decidir si la 6-esfera admite una estructura compleja.
Más recientemente, Gil ha estado involucrado en lo que él llama “Geometría de bicicletas”, que comienza estudiando la relación que guardan las curvas descritas por las dos ruedas de una bicicleta y que tiene relación con sistemas completamente integrables o, sorpresivamente, con el problema mecánico de una superficie rodando sobre otra -otro de los problemas favoritos de Gil. En estos temas, tiene artículos con Levi, Montgomery, Nurowski y Tabachnikov. Aquí, el primero de los grupos de Lie excepcionales, G2, aparece y Gil Bor ha encontrado un buen número de perspectivas sorprendentes desde donde mirarlo.
Gil es experto en otras áreas, además de las matemáticas. Él lo negará, pero si estás un rato con él verás sus trabajos de ebanistería, oirás su piano y sus historias de viajes en bici por África, Portugal, Turquía o Hokkaido, y entonces podrás decidir por ti mismo.
Su tenacidad es asombrosa. Cuando está sitiado por un problema con el que otros, simplemente, viven y se quejan, él se sumerge en busca de algún indicio y una vez que logra desprender un jirón, no lo suelta hasta desenmarañar por completo su solución.
Una anécdota al respecto es que cuando se fue a vivir a Guanajuato, vivía cerca de un arroyo que desemboca en Los dos Ríos. La peste del cauce abierto del arroyo era espantosa y mantenía al vecindario confinado en sus casas durante tardes soleadas que pudieran haber sido muy agradables. La solución de Gil: aprender a hacer alcantarillas, organizar a algunos de los vecinos y construir su propia alcantarilla. Problema resuelto.
Es un placer observar esta misma intensidad, su brillantez y sus ideas no convencionales tanto a la hora de hacer matemáticas como en las actividades de divulgación que ha realizado. Entre estas, claramente destaca su Taller de Ciencia para Jóvenes (modelado en aquellos del Instituto Weizmann, que vivió en su juventud), que lleva haciendo desde hace veinte años en Guanajuato, y que ha servido de modelo para otros talleres similares en otras partes de México.
( Por Richard Montgomery )